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(prepararnos a nacer en el cielo)
La Virgen era un ser humano como nosotros (un ser humano único, como no volverá a haber, pues fué madre de Dios y nació sin las consecuencias del pecado original). Ella subió al cielo sin pasar por la muerte, pero nosotros no. Por ello es conveniente recordar algunas cosas importantes sobre la muerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal (S. Francisco de Asís. Cántico de las criaturas, n. 1-2; 12-14)
Morir es algo que hacemos, y como todo lo que hacemos, podemos hacerlo mejor o peor.
Hay circunstancias que pueden ayudar o perjudicar:
hacerlo con tiempo o de improviso
con serenidad o agobiados
sabiendo o con ignorancia
bien o mal acompañados
en nuestra casa o en un sitio extraño
...
Todos los santos y los sabios de todos los tiempos afirman al unísono:
“Lo peor es la muerte súbita”
“La mejor manera de morir bien es vivir bien cada momento” (“Hemos de vivir como si fuéramos a morir en el minuto siguiente”)
Los astrólogos saben que la “carta natal” (la posición de los astros en el momento del nacimiento) describe cómo va a ser la vida completa de la persona (en general, sin 100% de certeza, ni de detalle).
Es decir: el primer momento de algo es muy importante, pues nos marca cómo será la vida de ese algo.
Y ¿cuál es el primer momento de nuestra “otra vida”?: pues el último de “esta vida”, el momento de la muerte.
La muerte es como el momento en que los aviones despegan y tienen las ruedas de adelante en el aire y las de atrás todavía en la tierra. Es el momento de pasar de la tierra al cielo.
El último pensamiento al caer dormidos también nos marca cómo será nuestro sueño.
O morimos en estado de gracia o como “miembros muertos” del cuerpo de Cristo, (en pecado mortal), no hay más opciones.
Por ello es tan importante morir bien.
Los indígenas del sur de México no tienen palabra para "muerte", dice "gran sueño" (y "pequeño sueño" el dormir). Si nos dormimos preocupados o con malos sentimientos, tenemos el cuerpo lleno de malas secreciones internas y esas malas secreciones internas nos harán tener sueños desagradables. Mucha gente (médicos y chamanes) recomiendan acostarnos descansados. Que al dormirnos conviene no estar ni excitados ni cansados.
Como tenemos el cuerpo en el último momento de estar despiertos es como lo tenemos en el primer momento de estar dormidos, de estar "en la otra vida"
E igualmente antes de morirnos. Por ello, si podemos elegir, nos conviene no morirnos en un sitio inadecuado, lleno de gente y de actividad frenética (un hospital). Además, los hospitales son sitios a los que no conviene ir, pues en ellos se muere mucha gente.
El autor ha escuchado la historia de alguno que sabía con anticipación cuándo iba a morirse (y no era porque le fueran a ajusticiar). Llegado el día no parecía acordarse de ello. Se lo recordaron sus familiares y él se preparó bien, se vistió con sus mejores ropas, se tendió en la cama,... y se murió.
En este enlace se habla de la película "Érase una vez en el Oeste". En la película hay dos personajes que hacen parecido a lo dicho aquí: Frank, que bastante parte de la película está con "ropa de trabajo" y no siempre bien afeitado; y Cheyene, que igualmente. Al final de la película, antes de morir ambos, ambos aparecen bien vestidos (cada uno dentro de sus posibilidades) y bien afeitados. Frank sabe que puede morir, Cheyene lo sabe seguro. Se preparan para morir bien.
Antes de dormirnos nos interesa alcanzar el equilibrio, serenarnos.
Nos conviene estar serenos tanto de alteraciones momentáneas como de alteraciones de temas que arrastramos toda la vida.
Vivir poseídos por la pasión del momento, sino justo todo lo contrario, sin “perder el oremus” pase lo que pase. Vivir bien cada momento es vivir la realidad y no:
vivir en las nubes, en nuestros sueños, ni
vivir persiguiendo una zanahoria y huyendo del palo
Vivir bien cada momento empieza reconociendo que “nos hemos equivocado mucho”.
Los que mandan(*) desean que vivamos según “los 10 incumplimientos” para que así estemos muy desorientados, muy lejos de poder morir bien. Dado que “mientras hay vida, hay esperanza”, a continuación explicamos el recurso de último momento.
Esto que explicamos aquí es un recurso de último momento para quien lo necesita. Evidentemente es algo muy arriesgado vivir confiando en este último recurso.
“Por lo común se muere como se ha vivido: es ésta una de aquellas grandes verdades que la Sagrada Escritura y los Santos Padres nos afirman en muchos lugares. Si vivís como buenos cristianos, tened por seguro que moriréis como buenos cristianos; mas si vivís mal, tened por cierto que será mala vuestra muerte. (...) Cierto que a veces, en virtud de lo que podríamos llamar milagro, puédese comenzar mal y acabar bien; pero esto acontece tan raras veces, que San Jerónimo no vacila en afirmar que la muerte es el eco de la vida; ¿creéis entonces retornar a Dios? no, pereceréis en el mal”. Sermón sobre la muerte del justo del Santo cura de Ars.
Consiste en realizar un acto de contrición: arrepentirnos de todos nuestros pecados por amor a Dios. No sirve arrepentirnos por miedo del infierno, esto se llama “atrición” y sólo sirve cuando nos confesamos con un cura (cosa casi imposible en estos tiempos).
Tiene tres partes:
Reconocer nuestros pecados (darnos cuenta que hemos vivido sin orientarnos a Dios, con todos los pecados secundarios que conllevó).
Arrepentirnos de ello con dolor y odio al pecado.
Propósito firme de rectificar si finalmente no morimos.
Es importantísimo hacerlo por amor a Dios, por reconocerle fuente de todo bien y toda verdad. No por miedo al infierno.
Porque:
podemos morir de repente, de forma inesperada
el momento de la muerte es cuando más intensamente ataca el demonio
"el demonio, que nos tienta durante toda la vida, en ningún
momento nos acomete con tanto empeño como en el momento postrero de
la vida, para perdernos enteramente."
"aunque
nuestro enemigo busca, y anda a caza de ocasiones en todo el tiempo
de la vida para devorar del modo que le sea posible nuestras almas,
ningún otro tiempo, por cierto, hay en que aplique con mayor
vehemencia toda la fuerza de sus astucias para perdernos
enteramente, y si pudiera para hacernos desesperar de la divina
misericordia, como en las circunstancias en que ve estamos próximos
a salir de esta vida" . Catecismo
de Trento.
puede que no estemos lo más lúcidos y serenos posible, por la situación de enfermedad que podamos tener.
" Porque los que están cargados de comida y bebida, tienen el entendimiento tan impedido, que ni pueden mirar a Dios, ni pensar siquiera qué quiere decir oración." Catecismo de Trento. (Y los enfermos, no digamos lo que les puede dificultar el entendimiento y las fuerzas)
Cuentan del algún santo que, en el lecho de muerte, al ser tocado por alguno de los que le cuidaban decía: “No me toquéis, que todavía no estoy muerto y puedo pecar”.
Este último momento vivido en gracia, sin pecado, se llama “perseverancia final”, y es otro don, algo gratuito que recibimos (o no) de Dios y no tenemos manera de merecernos hagamos lo que hagamos en la vida. Es otro misterio de la vida.
Por ello pedimos en el Ave María: “ora pro nobis, nunc et in ora mortis nostrae” (Santa María, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte), sabiendo que Dios no negará a su madre lo que le pida.
Además: aunque no nos condenemos por carecer de pecados mortales, hemos de recordar que en el cielo, igual que en el infierno , hay grados, hay cercanías y lejanías de la visión divina (si morimos con muchos pecados veniales tendremos que pagarlos en el Purgatorio y nos tocará “peor fila” en el cielo, desde donde apenas veremos a Dios). (Ojo, la lejanía de Dios es lo que se llama “pena de daño”, pero además hay el fuego del infierno, que es la “pena de sentido”).
Sólo algunos santos (o seguro que la Virgen), han tenido conocimiento de su predestinación (al cielo).
“Si alguno dijere con absoluta e infalible certeza que tendrá ciertamente aquel grande don de la perseverancia hasta el fin, a no ser que lo hubiera sabido por especial revelación, sea anatema” (Denz 826)
Y viceversa, según S. Agustín: “aquél que no quiere morir lleva consigo la señal de reprobación”.
En 2010 murió un cura en Francia (verdadero, ordenado antes de 1968), que se llamaba Joseph Vérité (José Verdad; no es un apodo, es un nombre verdadero).
Después de un tiempo gravemente enfermo,
"Hacia medianoche su rostro se iluminó, y dijo - hacía dos días que no hablaba -, repitió con una voz dulce: Ave.
Varias veces hizo el gesto de bajar la cabeza, con gran respeto, como si La saludase, diciendo: Je vous salue (frase que es el inicio del Avemaría en francés, "Yo os saludo", sería en español, o "Ave" en latín. Nos negamos a reproducir la versión más conocida en español, por lo que explicamos en este artículo).
Aquella a quien tanto rezó y amó estaba allí para acompañarle al juicio particular al que iba a comparecer (como todos, inmediatamente después de morir. Ver este artículo para más explicación).
Después, con calma, con devoción, cantó completo el Avemaría, sin equivocarse ni en el texto ni en las notas. (En Francia es común cantar el Avemaría, en francés). Su voz, aunque muy débil, era audible.
Una de las asistentes que veía su rostro luminoso le preguntó:
Ve Ud. a Nuestro Señor? Él no respondió, pero a la siguiente pregunta:
Ve Ud. a la santísima Virgen María? Extasiado, respondió muy lentamente: ¡Alleluia!, ¡Alleluia!"
Fuente: esta página (en francés)
Atención, dicho padre repetía a sus fieles: "Prepárense para grandes pruebas".
Misionero moribundo que dice: "Mi vida se acaba... Estoy contento del uso que he hecho de ella". Luego, súbitamente, sus ojos se fijaron, inmóviles, en un punto del espacio, mientras que su rostro se transfiguraba. "Padre, qué es lo que véis" (le preguntaron). "Veo - contestó - como una larga procesión de negros que baja del cielo... Me figuro que son los que he bautizado...; vienen a buscarme..." Y en diciendo esto expiró. (Goiburu. El problema misionero n. 8, p.36, 2ª ed; citado en Teología de la Perfección Cristiana, de Royo Marín, p.347).
Hay culturas que recomendaban "morir continuamente", que el "guerrero" "tiene que estar harto de tantas veces que se ha muerto". (Morir, matar nuestro hombre/mujer interior viejo dominado por el ego, por nuestros demonios).
Tomar las decisiones sobre los temas importantes mirándolos como si estuviéramos muriéndonos. Ese punto de vista criba todas las vanalidades. (Lo comentamos como uno de los criterios a tener en cuenta para tomar decisiones).
Nos conviene prepararnos continuamente para la muerte.
No dejar los preparativos para el final, como aquéllas vírgenes que iban a preparar las lámparas cuando ya llegaba el Esposo. (el Señor las llamó necias).
"Ayuda mucho para morir tranquilo arreglar en vida los intereses temporales, haciendo las disposiciones relativas a los bienes que hemos de dejar, a fin de que en la hora postrera sólo pensemos en unirnos a dios, convendrá entonces no ocuparse sino en las cosas de dios y de la gloria, que son harto preciosos los últimos momentos de la vida para disiparlos en asuntos terrenos."
"Examina, pues, hermano mío, si tu corazón tiene apego todavía a alguna cosa de la tierra, a determinadas personas, honras, hacienda, casa, conversación o diversiones, y considera que no has de vivir aquí eternamente. Algún día, muy pronto, lo dejarás todo; ¿por qué, pues, quieres mantener el afecto en esas cosas aceptando el riesgo de tener muerte sin paz?... Ofrécete, desde luego, por completo a dios, que puede, cuando le plazca, privarte de esos bienes."
"El que desee morir resignado ha de tener resignación desde ahora en cuantos accidentes contrarios puedan acaecerle, y ha de apartar de sí los afectos a las cosas del mundo."
"Figuraos que vais a morir-dice San Jerónimo-, y fácilmente lo despreciaréis todo."
"Proceded como si cada día fuese el último de vuestra vida, cada acción la postrera que hiciereis; la última oración, la última confesión, la última comunión. Imagínate que estás moribundo, tendido en el lecho, y que oyes aquellas imperiosas palabras: sal de este mundo. ¡ cuanto pueden ayudar estos pensamientos para dirigirnos bien y menospreciar las cosas mundanas! «bienaventurado el siervo a quien hallare su señor así haciendo cuando viniere» (Mt., 24, 46). El que espera la muerte a todas horas, aun cuando muera de repente no dejará de morir bien."
"Si aún no habéis hecho la elección de estado, elegid el que en la hora de la muerte querríais haber escogido, el que pudiera procuraros más dichoso tránsito a la eternidad. Si ya lo habéis elegido, haced lo que al morir quisierais haber hecho en vuestro estado."
«Debemos pensar y meditar que hemos renunciado al mundo, y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá el paraíso y el reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso» (San Cipriano 3A,31).Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, Viena 1866ss.
Usar el sacramento de la extremaunción.
“Por lo común se muere como se ha vivido (...) Si vivís como buenos cristianos, tened por seguro que moriréis como buenos cristianos; mas si vivís mal, tened por cierto que será mala vuestra muerte. (...) Cierto que a veces, en virtud de lo que podríamos llamar milagro, puédese comenzar mal y acabar bien; pero esto acontece tan raras veces, que San Jerónimo no vacila en afirmar que la muerte es el eco de la vida; ¿creéis entonces retornar a Dios? no, pereceréis en el mal”. Sermón sobre la muerte del justo del Santo cura de Ars.
Dado que los que mandan sirven al demonio, pues intentan que toda la gente muera en las condiciones más propicias para que se condene:
de repente, cantando al demonio (como en el atentado en el Bataclán, de París) o celebrando actos anti-religiosos (atentado con atropello de gente celebrando el advenimiento de la “república” en Francia, realizando falsas misas, como el pobre cura asesinado en el norte de Francia, etc.) El momento lo escogen ellos por los terroristas que envían.
después de llevar una vida de pecado, de alejamiento de Dios. Esto lo fomentan de todas las maneras posibles, pasando por que la gente esté distraída, ocupada de muchísimas cosas menos de Dios (espectáculos deportivos -fútbol-, políticos, sociales -prensa rosa-, precariedad laboral, películas, parques de diversiones, viajes, burocracia, cambios contínuos en leyes, en modas, en tecnología, en nombres de calles, obsolescencia programada que nos obliga a estar cambiando de aparatos cada dos por tres, aumento continuo de leyes y obligaciones,...)
Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web |
Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.
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