Antes de la venida de Cristo (en el Antiguo Testamento, con la antigua alianza), había ley antigua (que incluía los “primeros” 10 mandamientos). Cristo anuló la antigua alianza y con ella abrogó todo el culto ceremonial (circuncisión, holocaustos, etc.). Con sus enseñanzas modificó los 10 mandamientos para forzar a que fueran bien interpretados, añadió “el sermón de la montaña” y “un nuevo mandamiento”. Todos estos mandamientos son de la Nueva Alianza. Explicación más exhaustiva en la Suma Teológica de S. Tomás, I, q.108, a.3
Los 3 primeros (los que Dios grabó en la tabla derecha que le dio a Moisés, el lado derecho es el de mayor dignidad) son nuestras obligaciones para con Dios (y son más importantes que el resto) y los 7 restantes son nuestras obligaciones para con los demás (fijémonos que el primero de los siete es amar a nuestros padres, ¡por delante del quinto mandamiento: no matarás!).
Fijémonos que el 1º, 3º y 4º son mandamientos "positivos": haz (ama), y después, con menor importancia están los negativos: del 5º al 10º (las prohibiciones). Es decir, las prohibiciones son lo último que nos dice Dios. Es decir, Dios nos ha dado los mandamientos para ayudarnos a perfeccionarnos a través de la acción (del amor, del aprecio), y que lleguemos al cielo lo más preparados posible. Dios no nos ha dado los mandamientos porque sea un aguafiestas.
Los diez mandamientos se resumen en dos:
Amar a Dios sobre todas las cosas
y “al prójimo como a nosotros mismos”, pero esto fue hasta Jesucristo, con la Nueva Alianza tenemos que amar al prójimo como Él nos amó. (Jn 13, 34). Es decir que, entre otras cosas, debemos “perdonar a nuestros deudores”, tal como decimos en el Padrenuestro, ya que recordemos que el Padrenuestro es cómo nos enseñó Jesucristo a rezar.
Las bienaventuranzas, del sermón del monte (Mt 5:3-12, Lc 6:20-23, 35) deben servirnos también de orientación, y así: buscar la paz, ser “pobres de espíritu”, limpios de corazón, desear la justicia de Dios, ser misericordiosos, y alegrarnos por ser perseguidos y dañados por dar testimonio suyo.
Más explicación, abajo, en el apartado “El mandamiento nuevo que nos dio Jesucristo (de la Nueva Alianza)”
Cuando tenemos el deber de juzgar a los demás (sobre los que tenemos autoridad, como nuestros hijos), hemos de mantener un delicado equilibrio entre la justicia y la misericordia, no caer en rigorismo, pues cuando cometemos un pecado, ese pecado (en rigor) “arrastra” a todos los demás: si nuestro hijo roba, peca contra el 7º mandamiento pero probablemente también contra el 8º (porque habrá tenido que robar con disimulo, engaño), contra el 4º, porque también deshonra a sus padres, contra el 1º, porque incumple el amor a Dios, contra el 6º, porque lo más probable sea que robe algo para darse algún gusto o capricho,...
Cuando pecamos juzgando estamos haciéndolo contra el 5º mandamiento, porque estamos destruyendo su honra.
Dado que Él es "el camino, la verdad y la vida", hemos de
amar la verdad: buscar la verdad aunque nos resulte amarga, estudiar. Sólo aprendiendo seremos hombres libres (libres del pecado, que es lo que esclaviza) "conoceréis la verdad y la verdad os hará libres".
amar Su voluntad (Su forma de hacer las cosas, el camino): vivir a Su servicio, colocarle por encima de nosotros (Su voluntad por encima de la nuestra, no tenerle como "un seguro de vida", "una pegatina más en el auto": hacer lo que entendemos Su voluntad nos cueste lo que cueste, "caiga quien caiga" (riquezas, hijos, mujer, marido, prestigio, empresa, telefonillo, placer,...) Por ejemplo, si dedicamos a nuestras aficiones más tiempo que a Él, pues es que nos importan más que Él. Aceptar la realidad, aceptar mi situación como resultado de la voluntad de Dios y de mis pecados (“hágase Tu voluntad -y no la mía cuando no coincide con la Tuya”).
Así como honran a Dios los que imploran su favor y auxilio en sus tribulaciones, así le niegan el honor debido los que no le piden su socorro. (Antes de empezar cualquier cosa, encomendarse a Dios. Que no pueda decirse aquello de "lo hizo sin encomendarse a Dios ni al Diablo").
No esconder que somos creyentes:
bendecir la comida, llevar una cruz con Cristo crucificado en el
pecho, santiguarnos a cada momento -cuando oímos una blasfemia, al
salir de casa, etc. (¡Hasta los fan de equipos de fútbol o grupos
musicales exteriorizan más su devoción que nosotros!).
Tener
en cuenta siempre a Dios en nuestro habla: decir "si Dios
quiere" (al hablar de nuestros planes), "gracias a Dios",
"Dios me libre", "que sea lo que Dios quiera",...
(ojo, ver usos incorrectos de la palabra “Dios” en el siguiente
mandamiento).
dedicar toda nuestra vida a la gloria de Dios, de forma que por nuestros actos los demás puedan llegar a decir "qué gran Dios que tenéis por modelo". ¿Cómo? Intentando siempre actuar como lo haría Jesucristo en cada situación. (Ojo, salvedades).
amar la vida: no perder el tiempo, no "matar el tiempo", esquivar las tentaciones que pagaremos caras, porque sólo tenemos esta vida, lo que no hagamos antes de morir ya no lo podremos hacer luego. Este breve tiempo en la Tierra es lo que decide nuestra vida eterna.
Gozar a cada instante por el favor que Dios nos da de mantenernos con vida.
(no jurar salvo en un tribunal). No usar el nombre de Dios para expresiones coloquiales o poco respetuosas. Ejemplo de pequeñas blasfemias: “Esto no lo arregla ni Dios”, “no había ni Dios”, decir que una mujer es “una chica 10” (la única mujer 10 es la Madre de Dios), etc.
Reservar los días de fiesta para mejorar nuestra relación con Dios. Ver en qué nos equivocamos, ver qué vamos haciendo bien. No trabajar (ni hacer que trabajen los demás para servirnos: p.ej., no ir de compras).
Como
hijos, querer, obedecer a los padres. Incrementar su prestigio
por nuestras obras.
¿Seríamos capaces de hacer como Isaac,
que dejó que su padre le atara y pusiera encima de la leña? ¿Amamos
a nuestros padres o sólo les usamos? Es tan importante y falta tan a
menudo que Dios nos recuerda su importancia en forma de mandamiento.
Después de los tres primeros mandamientos (hacia Dios), el primero
hacia los demás es amar a nuestros padres.
Como padres, cumplir con nuestras obligaciones con nuestros hijos: enseñarles, darles ejemplo, dirigirles. ¿Ven ellos en nosotros la autoridad de Dios? (P.ej.: Nunca discutir entre los cónyuges delante de ellos). Nosotros somos responsables de nuestros pecados y de todos los pecados de las almas que estén a nuestro cargo.
No odiarás a nadie, no matarás ni consentirás a los accesos de ira(*), ni te enfadarás. (Odiar es despreciar, no apreciar a los demás, no tenerles consideración, en alta estima).
No destruir el alma de los demás: pecado de "escándalo",
provocando que otro peque mortalmente o dañándole su desarrollo con
mentiras, o verdades por encima de lo que es capaz de asimilar por su
edad,...; o robándole su atención, tiempo de su vida, como cuando
le molestamos.
No destruir la reputación de los demás:
pecado de "maledicencia". No perder el tiempo (es una forma
de suicidio) ni hacérselo perder a los demás (molestándoles o
llegando tarde a las citas).
“ni airarse es lícito a ninguno, según nos enseña el Evangelio, en donde dice el Señor: “Mas Yo os digo: todo aquel que se airare contra su hermano, será reo de juicio. El que le dijere alguna palabra de desprecio, será reo de concilio: y el que le llamare fatuo será reo del fuego del infierno”. Mateo 5, 22.
"Se prohíbe en este mandamiento todo daño u ofensa que se pueda hacer al prójimo en el alma o en el cuerpo, de palabra, de obra, de deseo; todo odio, todo escándalo. Mt 5,21; 18,7; I Jn 3,15. Y se nos manda en él, que acudamos a nuestros hermanos a socorrerlos, como podamos, en todas sus necesidades. I Jn 3,17." Comentario de los SS.PP. a la Vulgata.
XII. Cómo puede uno pecar o no pecar airándose.
875. Por estas palabras se ve con claridad que no carece de culpa el que se indigna contra su prójimo, aunque retenga la ira oculta en su pecho. Que peca gravemente el que de esta ira diere algunas señales, y mucho más gravemente el que se atreve a tratarle con aspereza, y hacerle injuria. Esto es verdad, si no hay causa ninguna de airarse. La causa de la ira concedida por Dios (1259) y por las leyes, es cuando castigamos a los que están sujetos a nuestra jurisdicción y potestad, si hubiere culpa en ellos. Porque la ira del cristiano no debe proceder de los ímpetus de la carne, sino del Espíritu Santo. Pues debemos ser templos (1260) de este divino espíritu, donde habite Jesucristo (1261).”
(1259) ―Enojaos, y no queráis pecar. Psalm. IV, 5. Si os enojáis, no queráis pecar: no sea que se os ponga el sol estando todavía airados. Ephes. IV, 26.(**)
(1260) ―¿Por ventura no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros, el cual habéis recibido de Dios y que ya no sois de vosotros, puesto que fuisteis comprados a gran precio? Glorificad, pues, a Dios, y llevadle siempre en vuestro cuerpo‖. I, Corint. VI, 19-20.
(1261) ―Cristo habite por la fe en vuestros corazones: estando arraigados y cimentados en caridad, a fin de que podáis comprender con todos los santos, cuál sea la anchura, y longura, y la alteza y profundidad de este misterio. Ephes. III, 17. Catecismo de Trento. Capítulo sobre el 5º Mandamiento.
(**) Citas del Evangelio, versión Vulgata de Scio, con comentarios de los santos padres:
“Airaos, y no pequéis[1]: El sol no se ponga sobre vuestra ira[2].
[1] Si os sorprende algún movimiento de ira, no os dejéis arrebatar de su furor y ceguedad; reprimidla, y no ejecutéis jamás lo que os inspire.
[2] Psalm. IV. 5. Quiere decir: No deis lugar a que la ira haga asiento en vuestro corazón; porque en este caso degenerará en odio o rencor, y el demonio tendrá entrada en vosotros viendo que habéis desterrado de vuestra alma la caridad.”
(*)Sentir la tentación de la ira, la aparición de la ira en nuestro corazón no es pecado. Pecado es consentir en ella, dejarnos llevar por ella, aunque sólo sea de pensamiento (añadimos más pecado si además lo expresamos).
Ejemplos de matar, destruir, dañar:
Insultar, guardar rencor, hacer burla, amenazar, chantajear, publicar defectos ajenos, no servir debidamente a los demás, despreciar, enfatizar lo que nos separa y no lo que nos une (siempre que sean temas de igual importancia), dañar
Matar hombres (excepto en ciertas condiciones), pues son imagen de Dios, pero sí animales (para comer) y a cualquier animal que dañe a un hombre.
Vengarse (no "tomarse la justicia por la mano", no dañar al que nos daña sino devolver bien por mal).
Provocar la ira de otro
si yo hago algo injusto al otro (con intención), yo soy reo de lo hecho y el otro de su respuesta.
si además tengo en cuenta su punto más flaco... igual soy casi completamente responsable de lo mío y de lo suyo (como cuando damos bebida a un alcohólico o un arma a un niño). (Evidentemente no seré responsable de su ira si un borracho quiere conducir ebrio y se lo impedimos).
también puede que yo haga algo justo con intención de irritar al otro. Así también pecamos.
Nunca envenenar nuestra sangre ni un instante con odio (hacia
alguien). Nuestro cuerpo es habitáculo del Espíritu Santo, de
Jesucristo, ¿cómo vamos a tenerlos en una casa sucia?
"vuestros
cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros, el
cual habéis recibido de Dios y que ya no sois de vosotros, puesto
que fuisteis comprados a gran precio". Catecismo
de Trento.
El odio (hacia alguien) es siempre malo, la
violencia,
que es hacer las cosas usando mucha energía, puede ser conveniente
en algún caso y errónea en otro.
¿Es posible la violencia
sin odiar a nadie? Perfectamente, como cuando Ud. derriba la
puerta de una casa en llamas por salvar a alguien que hay dentro.
El odio (a otra persona) siempre es pecado, pero materialmente, ¿qué hago? ¿lucho o no? ¿digo algo o no? ¿Qué hacer materialmente frente a algo injusto?
Pecado de escándalo (dañar el alma
de los demás)
Todo aquello que aleja a los demás de
Cristo: nuestro mal ejemplo, provocarles tentaciones, contarles
mentiras,.... Vemos normal que la policía mate un loco asesino y nos
cuesta (erróneamente) aceptar matar a alguien que destruye el estado
de gracia en otro (en la Edad media en algunos casos les
mataban).
Pecado de maledicencia, "cotilleo"
(destruir la fama de alguien sin causa grave)
Cuando
publicamos verdades sobre alguna persona que dañan su reputación
sin causa grave, social. (Sabemos que nuestro vecino se emborracha en
privado. No tenemos ningún derecho a anunciarlo al vecindario).
En
caso de ser testigos de algo que afecta gravemente el bien social,
debemos denunciarlo a la autoridad y olvidarnos del asunto.
(Los
curas no pueden decir lo que saben por confesión ni para salvar
miles de vidas).
Pecado de maledicencia: desprecio, la burla, la burla disfrazada de humor, como cuando Bergoglio le dice a un monaguillo piadoso con las manos unidas que si las tenía pegadas, y se las separa. (ver aquí).
Celo amargo: Ser inútilmente desagradable diciendo la verdad.
Chantaje emocional: como cuando dicen: “¡Ah!, ¿pero no lo sabes?”.
No perder el tiempo, hablando sobre cosas que no nos aportan nada bueno, viendo la tv, leyendo la prensa,...
Ni hacer perder el tiempo a los demás: conduciendo el auto lentamente porque estamos manejando el teléfono móvil, retardando el tiempo que nos está atendiendo alguien y hay gente esperando en cola detrás, llegar tarde a las citas, impedir o dificultar el paso a otros transeúntes,...
No comprar por internet lo que podemos comprar en la tienda de la esquina sólo por un poco más. Ver este otro artículo.
No estar con marido/mujer por placer, sino sólo de la forma que sirva para dar más gloria a Dios. (No control de natalidad de ningún tipo: ni natural ni artificial). No adulterio.
No comer por placer, sólo por hambre, por mantenernos en vida para poder seguir sirviendo a Dios.
No ir a parques de “atracciones”. No consentir los caprichos. No cambiar de teléfono móvil (celular) porque el nuevo trae este juego,... No jugar (de mayores) puramente por placer: juegos con el móvil.
Roban los que no cumplen diligentemente con su trabajo, los que exigen salario completo sin haber hecho el trabajo debido. El que engaña comprando o vendiendo. El que roba el tiempo a otro visitándole o llamándole por teléfono sin que el otro esté de acuerdo.
Robamos usando la tarjeta de crédito para pagar cuando con una mínima previsión podríamos hacerlo en metálico. Usando la tarjeta de crédito estamos creando dinero (que se destruye en cuanto nos cargan en la cuenta lo gastado con la tarjeta), pero en ese periodo de tiempo hemos creado dinero sin tener derecho a ello. Eso sólo debería hacerlo el banco central de cada país.
Roba el que abusa de su posición, aunque legalmente tenga todo el derecho:
Los que no interrumpen su marcha lo más mínimo para pasar un paso de cebra, o al pasarlo, cuando haciéndolo ahorrarían tiempo a varias personas en sus coches. “Los peatones tenemos prioridad en los pasos de cebra”.
Los que ocupan una mesa en una terraza de un bar durante horas con una consumición mínima. “Tengo derecho”.
Los que se llevan el papel higiénico de los hoteles. “Ya está incluido en el precio”.
Los que abusan de los servicios públicos, servicios de atención al cliente,... “Están para eso”.
Los que se entretienen contestando al teléfono móvil mientras pagan en las cajas de los supermercados, retrasando a todos los que tienen detrás. “Ha sido sólo un momento”.
Los que no tienen cuidado o dejan desperdicios en los locales ajenos por donde pasan, o en el campo. “Ya los recogerán”.
Ninguna doblez ni fingimiento. No mentir ni en broma. (Pueden hacerse chistes cuando no haya ninguna duda de que lo son, cuando todos los que los escuchan vayan a entender claramente su sentido, y que no son un insulto a nadie)
Alardear, “Farolear”, “darse bombo” es mentir (pues sólo hablamos de nuestros méritos y callamos nuestros defectos).
Palabras y obras sencillas (no engañar con lenguaje ambiguo).
"Aunque a veces es lícito ocultar la verdad, no lo es en el juicio". (No decir la verdad a quien no es justo que la sepa, que la información sólo sirva para avivar sus pecados -curiosidad,... que no le sirva para servir mejor a Dios.
No se puede decir todo lo que es verdad. (ver pecado de maledicencia en el 5º mandamiento).
No callar cuando debemos hablar. No encubrir a los hermanos frente a los padres en sus fechorías. No esconder, callar, a los padres lo que hacemos mal. No callar las críticas y reproducir las alabanzas.
Justificarse es mentir ("yo, pobre de mi: sólo he hecho lo que me dijeron; sólo he respondido al otro; me engañaron -como dice Eva a Dios- ; Eva me dio la manzana -como dice Adán a Dios- ; yo no sabía nada -pero casi toda la ignorancia es culpable)
Faltar a la palabra dada, cambiar de opinión. Especialmente grave si ese cambio afecta a otra gente, aunque nos amparen “todos los derechos”, por ejemplo, el derecho de devolver una mercancía que hemos comprado. Pues hay gente que lo hace "por haber cambiado de opinión", no porque la mercancía presente ningún desperfecto. Que las leyes nos permitan / faciliten "cambiar de opinión" (en una compra, por ejemplo), no quiere decir que hacerlo sea justo, libre de pecado (lo cual es evidente, por la situación del mundo, dominado por el Demonio, con cada vez más leyes injustas).
Pecan los que elogian maestros de malas doctrinas, prestan oído a las mentiras (y no los reprenden), siembran discordia, los que ocultan la verdad a los enfermos muy graves, apartándoles de la confesión; hipócritas, manipuladores, traidores.
(estos pecados de pensamiento son más graves que sus homólogos materiales)
También se prohíbe apoderarnos justamente de algo por cuya posesión sabemos que el prójimo sufrirá algún daño.
(sólo debemos/podemos desear lo que es justo, lo
que sirve para gloria de Dios. Todo lo que deseamos escuchando a
nuestros enemigos es pecado, aunque lo podamos conseguir sin
dañar a nadie.
Es justo querer comer cuando tenemos hambre,
siempre que el cuerpo saciado lo usemos luego para servir y dar
gloria a Dios.)
—«Este es mi mandato: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado» (XV, 12; XV, 17).
—«Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí, y yo en ti; que sean uno como nosotros lo somos: yo en ellos y tú en mí, de suerte que ellos también sean perfectamente uno» (J. XVII,20-23).
Esto es algo completamente inédito, «un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros». Lo que es nuevo es que el mandamiento se extiende a todos (según, naturalmente, las necesarias gradaciones) y que pide que en cada uno se vea al mismo Cristo: «Lo que hagáis al menor de mis hermanos, a mí me lo hacéis» (Mt. XXV, 40).
Sin este amor fraterno, no hay cristianismo auténtico : «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros» (J., XIII, 35) Los principales textos de las Epístolas sobre la caridad fraterna son: Rom. XII, 10; XIII, 8, 10; Ef, IV, 2, 3; Tes. IV, 9; II Tes. I, 3; I P. IV, 18; I J. 11, 7-11; III, 10-16, 23; IV, 7, 11, 12, 16, 21.
Algunas personas que, imbuidos por la propaganda de los anti-Dios, rechazan la jerarquía, la autoridad, (aunque todo en este mundo tiene una jerarquía y autoridad), y, por tanto, la palabra "mandamiento" les resulta muy desagradable.
A estas personas hay que explicarles que los papás también dan un mandamiento a los niños: "no meterás los dedos en los enchufes", y a todos nos parece bien porque ahora, de adultos, entendemos, vemos perfectamente que es el amor del padre el que mueve a dar esa orden a su hijo, y que está completamente equivocado el hijo que rechaza los mandamientos de su padre.
De la misma forma, hemos de ver los "mandamientos" como consejos amororísimos de Dios, con los que nos avisa de lo que tenemos que hacer o evitar para ir al cielo y tener la máxima comunicación con Él.
Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web |
Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.
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