(de la ofensa al perdón)
Si cuando recordamos un trauma (o engaño), todavía nos alteramos, insultamos a los agresores, es que todavía no lo hemos perdonado.
Cualquier trauma, herida, del pasado, sanamente podemos recordarla o haberla olvidado. Pero si al recordarla nos vienen malos sentimientos o se nos altera el pulso, aunque sea un sólo latido, es que no la tenemos cicatrizada, sanada. No hemos perdonado completamente. Y, a veces, nos engañamos y ni nos damos cuenta que nos altera ese recuerdo, pero los demás, que nos ven, sí que ven nuestra alteración.
Es como cuando nos hacemos un corte grande, una herida. Si, al cabo del tiempo, sigue doliéndonos o supurando o con algún otro síntoma anormal, es que no está curada. Cuando esté bien curada nos quedará la cicatriz (el recuerdo), pero por mucho que la miremos no nos dolerá ni nos dará ninguna molestia: sólo la veremos como una de tantas experiencias desagradables de la vida.
Los sueños nos dicen la verdad: si a veces todavía seguimos teniendo malos sueños sobre ello,... pues es que no está curado.
Debemos perdonar siempre, al instante, sin condiciones, todo (sin rencor, sin exigir castigo ni reparación). Y no hay regla fija y no es evidente qué hacer con la relación (externa) con el otro. Ver el artículo "debemos pelear o no").
Perdón inmediato es mantener en mi corazón el amor hacia el otro, no es algo sólo mental, no es otro auto-engaño más.
Sujeto |
Internamente debe |
Externamente debe |
Destinatario de la ofensa, del daño, del engaño, acreedor, víctima (1) |
Perdonar siempre |
Perdonar la deuda siempre, y además actuar, bien aconsejado, en función de las circunstancias |
El ofensor, el pecador, el mentiroso, culpable |
Hacer penitencia siempre (ahora no hay curas verdaderos con quien confesarse) |
Hacer restitución (Nota restitución) siempre (2) , y además actuar, bien aconsejado, en función de las circunstancias |
(1) Debe perdonar todo siempre, al instante, sin condiciones, independientemente de lo que haga el otro, porque así lo decimos en el Padrenuestro: "perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". No decimos "nosotros perdonamos a nuestros deudores si nos piden perdón, si nos hacen restitución".
Haciéndolo así, además de que cumplimos lo que Dios nos mandó:
no interrumpimos nuestra actitud amorosa hacia el otro y así, desde esa posición abierta, se ven mejor las cosas que si estamos "ciegos de ira", y quizá, rápidamente nos damos cuenta que estábamos en un error, o comprendemos mejor al ofensor, etc.
cerramos la puerta a insinuaciones del demonio típicas como "no me pidió perdón de la forma que yo creo necesaria", "no me restituyó como yo creo que hubiera sido de justicia", etc.
Dado que "vuestro cuerpo es templo y habitación del Espíritu Santo (si bautizados), y no sois vuestros" (I Cor 6,19); no podemos mantener en ningún caso malos pensamientos en nuestro corazón y que, a la vez, habite en él el E.S.
¿Se imaginan a un santo diciendo: "No le perdono porque no me ha devuelto lo que le dejé"? No, es imposible.
(2) Esto parece chocar con que el ofendido perdone la deuda, pero no es así, según explicamos en la Nota Salvando contradicciones aparentes.
En Física, se llama la "ley de acción y reacción": cuando con el dedo pulso una tecla, la tecla recibe la fuerza del dedo y se mueve por ello, y el dedo recibe de la tecla la misma cantidad de fuerza y se chafa.
Las consecuencias del acto varían según si éste es acorde o contrario a la ley de Dios. Aquí vamos a ver los actos contrarios a la ley de Dios. (Ver ampliación en las Notas).
El pecado es una acción, que es como enviar un sobre, con un remitente y un destinatario.
El sobre es una ofensa, un daño. (Engañar también es una forma de dañar).
El
destinatario puede ser:
la misma persona (p. ej.: gula)
otra persona (p. ej.: ira)
Dios (p. ej.: blasfemia)
El que ha decidido obrar así (ofender, dañar) recibe una culpa, es responsable, culpable.
Lo que ocurre es que el "destinatario" del pecado, en caso de ser alguien diferente de uno mismo, puede, en algunos casos, "no darse por aludido", "no recepcionar la carta, rechazar el envío". Que es el caso de Dios, al que nunca podemos ofender ni dañar (evidente), pero también puede ocurrir con otras personas. Ejemplos:
Si alguien me quiere calumniar y me acusa de infidelidad con mi esposa. Si yo estoy soltero me será muy fácil "no recibir" la ofensa, pues tengo pruebas de que no estoy casado y todo el mundo lo sabe, con lo que todos ven que el ofensor está equivocado.
Si alguien me quiere engañar en algo que se la verdad (alguien me dice 2 más 2 son 5), pues no puedo "recibir" el daño ni queriendo, porque no puedo olvidar que 2 más 2 son 4.
Es decir, toda información que nos molesta o nos hiere está causada por nuestros pecados, tanto mayores cuando más nos alteren. Las molestias materiales (ruido, golpes, venenos,...) que recibimos pueden no tener nada que ver con nuestros pecados (ver el artículo "por qué nos ocurren las cosas").
Aceptar un daño es olvidarnos que nada nos puede dañar, sólo el pecado.
Ciertamente que, cuando alguien está intentando ofendernos o nos está dañando real, material y continuamente, es algo molesto. Pero si va más allá de la molestia y hacemos muestras de ira, odio hacia él, rabia, tristeza, queja, rencor,... es que nos está tocando donde nos duele, nos está despertando alguno de nuestros pecados habituales. "El que se pica, ajos come", "el que se excusa, se acusa".
La reacción instantánea no es pecado, pero consentirlos, "darles cuerda", sí. (Importante ver Nota la reacción instantánea)
El destinatario debe:
Mirar objetivamente la ofensa: evaluar la realidad y el tamaño del daño que cree recibir, no sea que sea invento de sus pecados, que el único que haya sido herido sea su orgullo. Saber diferenciar bien claro lo que es el daño objetivo, de los malos sentimientos que nos ha despertado. Tampoco engañarse y disminuir la ofensa: perdonar no significa decir que lo malo no es tan malo, es indiferente, o es bueno. Puede estar equivocado en su apreciación de los hechos (quizá oyó mal), o su valoración (quizá estaba más susceptible por estar cansado, enfermo...), o la apreciación de su intención (quizá el otro lo ha hecho sin darse cuenta o incluso con buena intención). No hacer una montaña de un granito de arena (Col. 3:13).
Intentar comprender al ofensor: estudiar lo que puede haber llevado al otro a comportarse así. ¿Le hemos provocado de alguna manera?: quizá nos ha empujado porque estábamos pisándole.
Según los casos, debe ayudar al ofensor a darse cuenta de lo que ha hecho ("por favor, levante su pie de encima del mío") y quizá trazar conjuntamente un plan para que no se repita ("estos cajones son para tí y estos para mí").
No caer en trampas del demonio: que le insinúen la venganza, devolver el golpe "para que aprenda" ("¡por el bien del otro!"), para así "estar igualados".
Perdonar (luego se explica más) siempre, aunque el otro no nos pida perdón y rápido: nunca dejar que se ponga el sol con un rencor (Ef. 4:26).
No llevar cuenta de las faltas del otro ("es la séptima vez que me lo hace").
No esperar que el otro sea santo, perfecto, pues nosotros tampoco lo somos (es normal que nuestro demonio “orgullo” nos haga estar convencidos que sí lo somos): aceptar las pequeñas manipulaciones del que nos pide “perdón” antes de mostrarse agresivo si no le damos todo lo que nos pide, aceptar que nos pidan “perdón” mientras nos empujan, etc. “soportémonos con caridad los unos a los otros” (Ef. 4:32, Col 3:13).
Decidir qué hacer exteriormente. No hay reglas fijas sobre qué hacer en cada caso: pelear, soportar o huir (ver artículo "debemos pelear o no".
Es poner fin a las consecuencias de un acto (puede poner fin a todas las consecuencias o sólo a una parte de ellas). Es volver al equilibrio alterado por un acto.
Yo diría que hay:
|
justicia humana |
justicia divina |
por el ámbito de los pecados |
daño a los demás (1) |
contra las leyes de Dios |
por quien ejecuta los actos de reparación de la injusticia, quien "reparte" justicia |
los hombres |
Dios |
(1) Creo que los daños a los demás puede "cobrarlos" los otros hombres o Dios. Es decir: si conduzco bebido y me ponen una multa, con el pago de la multa estoy pagando, saldando, la deuda con la sociedad (con Dios tendré que hacer penitencia). Si no pago la multa, Dios decidirá cobrármela de la forma que Él elija, porque la justicia se cumple siempre, tarde o temprano. Es mucho más conveniente pagar las multas con dinero, que no dejar que Dios elija el modo de cobrarnos.
Y viceversa, todo lo explicado creo que aplica también a "las buenas obras":
Es decir, quizá, a veces, después de recibir un gran bien, es mejor pagar con un sencillo "gracias" y dejar que sea Dios el que, de la forma que Él decida que siempre será mas adecuada que la que nosotros podamos elegir, recompense, haga justicia al bien que nos han dado.
Los ángeles (por su naturaleza perfecta -pero rígida-, cada uno en su ámbito) no pueden arrepentirse, cambiar de opinión, echarse atrás de sus decisiones. (No son maleables como el cobre, son como el diamante, que no se puede curvar; por eso unos son benditos y otros condenados por toda la eternidad).
Dios nos hizo libres, como a los ángeles, pero con una naturaleza no tan perfecta como la suya, por lo que podemos cambiar las decisiones de nuestra voluntad, arrepentirnos.
Cada vez que nuestra voluntad "pasa" por la mentira, por el error, por el pecado, nuestra alma queda afectada, deja de recibir con tanta intensidad la gracia (o en absoluto si el pecado es mortal).
Para limpiar, eliminar, ese obstáculo que queda incluso después de habernos arrepentido, es que Dios nos perdona (cuando se lo pedimos humildemente, en la penitencia). Eso es su misericordia, el perdonar, el borrar nuestros pecados.
Practicar la misericordia es hacer lo que está en nuestra mano para que reine la justicia (el reino de Dios) en la Tierra (además de que es nuestro deber).
Pedir perdón, misericordia, es también lo anterior (también, además, es nuestro deber). "Reconcíliate con quien tenga algo contra tí antes de presentar tus ofrendas a Dios,." (Mt. 5,23)
Toda esta misericordia es interior (misericordia viene del verbo misereo -tener compasión-, y cor cordis -corazón: tener compasión con el corazón, internamente). Exteriormente ya hemos dicho que no es evidente qué hacer.
Perdonar, pedir perdón, son actos de la voluntad (no son sentimientos, ni sensaciones).
Perdonar es anular una deuda que tienen con nosotros, algo que nos deben por una ofensa o daño que nos han realizado. Perdonar es no interrumpir nuestro amor hacia el otro (aunque este amor deba en ocasiones ser silencioso para no ser mal interpretado por el otro).
El perdón interno no tiene nada que ver con la justicia (humana). El ofendido puede perdonar independientemente de que se haya hecho justicia (humana) o no. (A los que jueces y gobernantes Dios les pedirá cuenta de la injusticia humana, y a nosotros de si hemos cumplido con nuestra obligación de perdonar).
Perdonar es un deber del creyente: "dimite nobis debita nostra sicut et nos dimitinus debitoribus nostris" (perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, decimos en el Padrenuestro), y por tanto, un pecado no hacerlo, porque quiere decir que mantenemos rencor, odio, deseo de venganza,... contra el ofensor. Perdonar incluso la restitución del daño o deuda.
Nuestro deber es perdonar (si somos los dañados). Que el agresor haga una buena penitencia o no es cosa entre él y Dios, no debe afectar a nuestro perdón (por ejemplo, sería un error dejar de perdonar al otro porque no estuviera arrepentido).
Como modelo, Francisco Franco, cumpliendo el deber de todo creyente, en su testamento, pidió perdón y perdonó a todos: "Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales."; y todos los mártires de la historia que han muerto perdonando a sus verdugos y rogando a Dios por ellos (el primero Jesucristo).
La víctima debe perdonar (internamente) siempre; y el pecador debe hacer penitencia siempre. Ambos independientemente de lo que haga el otro. En cada caso la víctima debe discernir si conviene o no pelear (intentar que se aplique la justicia humana). Ver artículo sobre pelear o no. Y el ofensor pedir perdón, no, o más tarde. |
Lo que dice: "si pecare tu hermano contra ti, reprehéndele. Y si hiciere penitencia, perdónale." Lc 17,3-4. Nos parece que hay que interpretarlo con cuidado. Por un lado, parece claro que hay que perdonar siempre al otro, y por otro lado, parece claro que hemos de reprender al otro o no, según el caso.
Pedir perdón, arrepentirse, es otro deber del creyente. Pedir perdón a Dios y a los hombres (si hemos hecho un pecado contra otros). El perdón a Dios se hace con la penitencia (ver más explicación en este otro artículo), y uno de sus requisitos es reparar el daño causado a los demás.
"El justo peca 7 veces al día": ¡cuántas ofensas haremos al cabo del día a otros y no nos lo dicen porque la forma como les dañamos es indirecta y ni nos conocen!: dejo de comprar en la tienda de la esquina, compro por internet para ahorrarme 1 peso a alguien en el otro extremo del mundo. El vendedor de la esquina puede no saberlo directa, claramente, pero lo notará en su balance de ventas. Esta forma de daño, ofensa, es muy común e importante en estos tiempos en que comprar por internet es tan fácil, aunque sólo es un ejemplo de daño indirecto pero grave. (Ver artículo sobre la importancia de dónde compramos).
El perdonar es como lavar una mancha en la ropa: cuando alguien nos mancha la ropa, inmediatamente debemos lavar la mancha, porque en nosotros habita el Espíritu Santo y no puede estar en nosotros si vamos con la ropa sucia. Luego veremos si conviene o no pedir, al que nos ha manchado, que vaya con más cuidado, o que nos pague la lavandería o el jabón. Si el policía, al meternos en la cárcel por conducir borrachos, nos mancha la ropa, mejor no decirle nada. Y haga lo que haga el otro, nosotros internamente, siempre con la ropa limpia de odio o rencor hacia él. |
Hay quien pide perdón mal, falsamente. Por ejemplo:
sin reconocer que pecaron.
sin ningún arrepentimiento (ni intención de restituir, claro), sin que les importe haber hecho daño, enfadándose cuando reciben las consecuencias de su mal acto.
sin ningún propósito de enmienda, sin poner medios concretos para que no se repita, o con un propósito genérico, que suele ser bastante poco útil ("seré bueno").
con arrogancia, como el que va abriéndose paso a empujones entre la gente de forma injustificada, diciendo "perdón", al tiempo que empuja.
amenazando de represalias al que debe perdonar si no lo hace. Puede hacerlo claramente o de forma solapada, disfrazada de santidad: p. ej., diciéndole que "si no me perdonas no voy a poder dormir, me va a hacer sufrir mucho".
Que son incumplimientos de los 5 pasos o requisitos de la penitencia.
Sobre los actos externos de pedir perdón y perdonar, puede leerse este artículo jurídico. En él habla de los actos externos del ofendido y ofensor dentro de un proceso penal. Pero ello:
- es algo totalmente independiente de nuestros deberes como creyentes.
- habla de actos externos, que ya hemos comentado que no hay una regla fija de lo que tenemos que hacer.
- cada ley está más o menos inspirada por el espíritu de Dios, por lo que sólo podemos tomarlas como orientación. (P. ej.: las leyes del aborto, eutanasia, divorcio, etc. no están en absoluto inspiradas por Dios).
En ciertas ocasiones puede ser conveniente materializar el acto de perdón de alguna manera aunque no se lo digamos al ofensor. Por ejemplo, puedo decidir llevar una foto de mi padre en la cartera en señal de perdón y aprecio. Esta materialización puede servir también para no auto-engañarnos y que nuestro perdón sea sólo de pensamiento y no descienda y llene nuestro corazón.
Ejemplo de creer algo sólo de pensamiento: "Oh, no, claro que no creo en que el virus que tienes se transmita por la saliva, como dice la medicina oficial, pero mejor ponte la mascarilla".
Momento del perdón: Por un lado está el "que no se ponga el sol si tienes algún pleito con un hermano", pero por el otro lado, las prisas tampoco son buenas, pues llevan a la superficialidad. ¿Ha tenido tiempo el pecador de darse cuenta cabalmente de lo que ha hecho? ¿O pide perdón porque se lo pide su orgullo?
Toda mala experiencia importante tiene su "proceso de duelo":
Primero: sentir sorpresa, dudar de la realidad de lo ocurrido: "¡¿Qué me dices?!, pero, si hace un momento le vi en la entrada y estaba perfectamente,...".
Luego: una serie de sentimientos, reacciones, que dependerán del carácter de cada persona, de sus pecados habituales, (el sanguíneo o colérico quizá tenga ira, el flemático o melancólico, tristeza),...
Finalmente:
O se alcanza la aceptación del hecho: enriqueciendo nuestra experiencia, adaptándome a la nueva situación: ("tendré que buscar a alguien con quien pasear", "como tendré menos pensión tendré que prescindir de tales gastos",...). "Hágase tu voluntad" como decimos en el Padrenuestro, o como aceptó todas las desgracias el santo Job: "El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!".
O no se alcanza la aceptación del hecho: Nuestros pecados (rencor, odio hacia alguien, frustración,... ) nos impiden "cerrar la herida", "pasar página". Y así se queda, herida abierta (trauma significa herida. Dios es el mejor traumatólogo, pero... si no vamos a Él no puede curarnos).
En el primer caso, siempre que algo nos lleve a recordar esa experiencia, lo haremos recordando su naturaleza (lo desagradable que ocurrió), pero sin dolor, con comprensión, con amor hacia todos.
En el segundo caso, cualquier recuerdo de la misma nos traerá sufrimiento, malos sentimientos (pecados de ira, tristeza, etc.), con la consiguiente alteración corporal, malas hormonas corriendo por el cuerpo: "se pone malo, cuando le recuerdan aquéllo".
Las ofensas, ya perdonadas, pueden olvidarse o no. Por supuesto, no hay que mantener rencor, odio al otro por un hecho pasado, pero puede ser conveniente para todos no olvidar lo ocurrido.
Al pecador le puede servir: como herramienta contra su orgullo, como recordatorio de sus tentaciones, de sus demonios, habituales y así ir con más cuidado con ellos, evitando las ocasiones de peligro.
Al ofendido no olvidar le puede servir: para ayudar al pecador en su santificación y no volverle a poner inútilmente en situaciones que quizá todavía no sabe dominar; o para aprender: "el sabio aprende de los errores de los demás y el necio no aprende ni de los suyos".
Si cada vez que dejo el auto a mi vecino, me lo devuelve con un golpe (porque no sabe conducir), pues puedo decidir no prestárselo más hasta que aprenda, aunque me haya pagado todas las reparaciones y resarcido por las molestias de estar unos días sin auto, mientras lo reparan.
En cada caso deben ver ofensor y ofendido si es conveniente o no reanudar la relación, o suspenderla por un tiempo. Puede haber perdón sin reanudación del contacto ("cada uno en su casa y Dios en la de todos").
Aunque en el gráfico decimos que los juicios son independientes, podemos cargar con culpa de lo mal que hace el otro si le hemos provocado conscientemente, si sabíamos que probablemente iba a pecar por ello.
Porque todo lo que hacemos ocupa un espacio (material o inmaterial) durante un tiempo:
Construimos una casa y, mientras está en pie, por allí no pueden pasar los animales.
Decimos una palabra y, mientas la decimos, no podemos decir otra.
Pensamos algo (dos más dos son cuatro) y, mientras lo estamos pensando, no podemos tener a la vez otro pensamiento.
Las consecuencias de estos casos sencillos (la ocupación de un espacio), duran tanto como dura la acción.
Lo dicho aquí se refiere a qué hacer cuando "todo ha pasado". Qué hacer cuando se está realizando la ofensa, el daño, no es evidente. Si no hacemos nada quizá estamos dejando que el probable pecado del otro sea cada vez más grande. Si lo hacemos estamos dañándole, coartándole, su libertad. Ver más sobre este tema en este otro artículo sobre si debemos pelear o no.
Depende del carácter de cada uno, y no es pecado (lo que es pecado es consentirla y dejar que ocupe nuestro pensamiento tiempo y tiempo).
Pero:
Aunque nuestro temperamento no podemos cambiarlo de la noche a la mañana, mediante la repetición, las virtudes se convierten en una segunda naturaleza.
Por lo que aunque los sentimientos y pensamientos pecaminosos nos broten instantáneamente ante una ofensa, trabajando podemos conseguir que no lo hagan. Incluso en los sueños, que para eso está la ayuda del ángel de la guarda. Lo que conseguimos con el ello es mucho más que abandonar esas reacciones.
Incluso dejaremos de percibirlo como molestia y lo veremos como lo que es: venido de Dios (pues todo ocurre por su Voluntad o permisión), para nuestro bien (pues siempre Dios nos envía lo mejor). No es que el otro sea "un pesado", sino que Dios es paciente con nosotros y nos envía una y otra vez a esa persona hasta que aprendamos a amarla, dejemos de verla como "un pesado".
¿Podemos imaginamos a un santo molestándose? No, ¿verdad?
Jesucristo se hizo hombre (acto fundamental de la religión), para sacrificarse (muerte en cruz), como pago por el pecado de nuestros primeros padres y así reabrirnos las puertas del cielo cerradas desde entonces. Por la "comunión de los santos", unos podemos pagar por el pecado de los otros. Él pagó por los pecados de Adán y Eva y los de todos nosotros, (pero nosotros hemos de participar de esa obra de redención, sino, no nos salvamos; Dios no nos salva sin nuestra cooperación).
Cristo murió perdonando a los que le crucificaban, como los mártires cristeros (en México) o los de la cruzada de España de 1936.
Es tan importante perdonar, que lo recordamos cada día en el Padrenuestro: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
A un servidor le parece bastante importante porque perdonar (todo, al instante) es cortar de raíz el alimento a nuestro orgullo (que todos tenemos en mayor o menor grado). Sin ese perdón inmediato, total, nuestro orgullo nos hace percibir que los demás nos están ofendiendo continuamente (tanto más cuanto más orgullo tengamos), justificando otros pecados consecuentes: ira, rencor, desprecio,... No llego a adivinar por qué los tratados clásicos de teología moral no lo incluyen específicamente, y sólo como "sacramento del perdón" (de Dios a nosotros).
A un servidor le parece coherente lo que decimos aquí (perdonar internamente todo, al instante), con lo que nos ha enseñado Dios, pues Dios nos perdonó a todos de todos nuestros pecados cuando perdonó a los que le estaban asesinando. Si a ellos les perdonó, que estaban cometiendo un deicidio, ¿cómo no nos va a perdonar nuestros pecados menores? Esto anterior respecto el interior de Dios: Dios internamente nos tiene perdonados todo a todos, por su bondad infinita. Otra cosa es el misterio de que Él respeta nuestra voluntad y le forzamos a castigarnos (hechos externos): castigos en la Tierra y en la eternidad, que como hemos dicho antes, no hay regla fija para el comportamiento externo del que perdona y del que es perdonado. Quizá igual que el mal hijo fuerza a su padre a castigarle a pesar de que se le rompe el corazón (internamente) a su padre al hacerlo.
Otra cita sobre el tema:
Habéis oído que se dijo: "ojo por ojo y diente por diente", pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, ofrecedle también la otra. Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos. "Sermón de la montaña".
La restitución más simple es devolver lo robado o lo adeudado, pero en casos más difíciles hay que seguir el sentido común y consultar los libros de teología moral. Por internet se encuentran algunos completos (Teología Moral para Seglares de Royo Marin, Teología Moral de Ferreres,...), por ejemplo, aquí: https://moymunan.online/2019/08/23/teologia-moral-compendios-enlaces/ (web ahora sólo accesible a través de archive.org)
"¿El acreedor debe perdonar la deuda y el deudor pagarla? Parece contradictorio. O se paga la deuda o no, forzosamente alguno quedará sin cumplir su deber ante Dios".
El juicio ante Dios es personal. El amor es un deber personal, independiente de que nos quieran los demás o no. El acreedor debe perdonar la deuda, eso es lo que le pedirán el día del juicio, haga lo que haga el deudor, le ame el deudor o no.
El pecador, si quiere ser perdonado, deberá devolver lo robado aunque el robado (acreedor) le haya perdonado la restitución, el pago de la deuda. Esto es lo que le pedirán el día del juicio al pecador.
(El que pide dinero prestado no está cometiendo un pecado: lo comete contra el 7º mandamiento si se niega a devolverlo).
Todo ello, siempre que puedan; si no pueden, hay toda una casuística en los libros citados.
Cada día, a cada momento, podemos sentirnos ofendidos, agredidos, acreedores:
Por nosotros mismos:
Por nuestros pequeños errores que nos recuerdan nuestra imperfección.
Por los demás:
Caminando o conduciendo: los que van más despacio o deprisa de lo que quisiéramos.
Hablando con los demás: los que no entienden o están de acuerdo con lo que decimos. Los que no saben ver nuestros deseos y tenemos que decírselo de palabra.
Por todas las mentiras que recibimos por los medios (radio, prensa, tv, internet,...). Por todos los impuestos que pagamos, por el mal gobierno de los políticos.
Por los acontecimientos:
Porque no hace el tiempo que querríamos, porque el sol sale demasiado pronto o tarde, porque el polvo ensucia nuestro auto. Por grandes o pequeñas averías, evitables o inevitables: el bolígrafo que no va cuando lo queremos usar.
Recomiendan trabajar estas ofensas cotidianas más que sólo las grandes.
Esto de perdonar siempre y no esperar ni la restitución de la deuda me parece que es evidente que es la verdad, nuestro deber, porque corresponde con lo que hacemos y debemos hacer continuamente en la vida normal, pues, por ejemplo:
Cuando charlamos con los amigos:
siempre, natural y sanamente, hay diferencias
transigimos todos sin poner demasiado énfasis en nuestra postura
nadie queda totalmente satisfecho (nadie recibe todas las deudas que cree hacerse acreedor)
mantenemos la relación de amistad, nuestro amor mutuo, a pesar de las diferencias, porque es más importante el que nos sigamos queriendo que no el que lo que discutimos pase por tal sitio o llegue a tal otro. Si nos seguimos queriendo, hablándonos y escuchando los unos a los otros, hay posibilidad de que la realidad, la verdad vaya aflorando, y nuestros caminos convergiendo al único buen camino.
Tentaciones que nos pueden venir:
1) Sentirnos ofendidos porque consideramos que los demás, que no se adhieren a nuestras propuestas, lo hacen por ... (ponga aquí Ud. lo que quiera: por mala fe, por llevar la contraria, porque no nos escuchan, porque nos menosprecian, porque...). De estas razones, sólo que no nos escuchan puede no ser pecado, por corresponder con una realidad, observable, el resto son "juicios de intenciones", pecado.
2) Como consecuencia de lo anterior, podemos considerar que los demás nos deben una reparación, sentirnos agraviados y exigir que nos escuchen más (nos paguen la atención que creemos merecernos, ser acreedores), hasta que acaben asintiendo a todo lo que decimos.
Que es lo que se llama el "chantaje emocional": adoptar un mal comportamiento hasta que los demás obedecen. Los demás ceden porque, de no hacerlo, el chantajista va a perjudicarles más y más con su mal comportamiento o va a perjudicarse más y más él mismo:
perjudica o amenaza a los demás de varias formas: no dejándoles hablar de otro tema, agresión física, escándalo, destrucciones materiales (romper el teléfono móvil o lo que sea).
se perjudica a sí mismo: pecando, haciendo correr por su cuerpo secreciones internas de agresividad, o de tristeza.
El chantajista también recibe otros adjetivos: pesado, tipo con mal carácter, intratable, persona "tóxica",... o niño mal educado. Hay adultos que arrastran ese mal hábito desde pequeños.
Intentar luchar por conseguir un bien (p. ej.: que los demás aprendan algo en una tertulia), es el ejercicio de una facultad buena nuestra (lo que S. Tomás llama el "apetito irascible"). El problema está cuando nos excedemos, y nuestro amor por los demás deja de ser razonable al quererles llevar contra su voluntad a un sitio que todavía no quieren o al sitio que pueden querer pero más deprisa de lo que son capaces. Ayudar a caminar a un viejecito está muy bien. Quererle llevar donde no quiere o más deprisa de lo que puede está muy mal.
A veces se habla de la importancia de "aceptar", de admitir que las cosas son como son, de no resistirse a la realidad. Eso es el primer paso. Si no aceptamos ni que está lloviendo mal buscaremos remedio para no mojarnos. Pero es sólo el primer paso. Luego hemos de perdonar.
Es famosa la frase de Bruce Lee "be water, my friend" (querido amigo: compórtate como el agua). Es más que la mera aceptación, pero, a mi humilde entender, la palabra perdón es mucho más concreta y nos habla de un agresor, de un agredido, de una agresión, etc. La palabra "fluir" sería la descripción metafórica del perdón, con las ventajas e inconvenientes de las imágenes, de las metáforas.
Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web |
Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.
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