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Índice de temas religiosos
(parece que) Estamos en "los tiempos finales" (enlace)

El pecado original y sus consecuencias cotidianas

Resumen

Antes de él, nuestras tendencias innatas nos llevaban a ver, querer y actuar bien. Desde entonces, es lo contrario: tenemos unas tendencias que nos incitan a actuar mal y hemos de trabajar, esforzarnos conscientemente para reprimirlas. (Antes tampoco teníamos que esforzarnos para nada, ni para ganarnos el sustento).

Consecuencias cotidianas del pecado original (más abajo).

Todos descendemos de Adán y Eva.
¿Por qué heredamos el pecado de nuestros primeros padres?

Siempre se ha sabido que cuando alguien comete un pecado, lo pagan sus hijos. Y según la importancia del pecado se paga en más o menos generaciones: 3, 7 generaciones.

(Esto actualmente lo estudia la "psicogenealogía", que explica cómo se transmiten los pecados entre las generaciones de una misma familia. La psicogenealogía se centra en las enfermedades producidas por estos pecados. En algunos casos es una herramienta imprescindible para entender correctamente la enfermedad).

Recordemos que una cosa es la culpa y otra el castigo, la pena.

Sobre el pecado original y cómo Dios convirtió en una bendición lo que inicialmente fue una condenación eterna por todas las generaciones, véanse los cap. I y II del libro 3, del libro Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, de Donoso Cortés (descargable aquí).

Cuando Adán y Eva pecaron, si Dios les hubiera abandonado, roto toda relación con ellos, nunca (nosotros sus hijos) podríamos conseguir reunirnos con Dios. Por eso les mantuvo como deudores, castigados, y les prometió que no sería para siempre, que un día podrían volver a reunirse con Él. Y una vez borrada por el bautismo la culpa que heredamos del pecado original, sólo nos quedan las penas que heredamos por ese pecado. Al no tener ya culpa y llegarnos porque Dios quiere o lo permite, aceptarlas es aceptar la voluntad de Dios, demostración de nuestra disposición, de nuestra fidelidad; por ello nos sirven para pagar otras deudas que tengamos con Dios por nuestros pecados particulares, o los pecados de otros, en la tierra o purgatorio (por la Comunión de los Santos). Además, toda pena podemos usarla como medicina para el alma. (Toda desgracia que nos llega es pena, castigo, porque el azar no existe).

¿Tan grave fue el pecado de nuestros padres para que lo heredemos todas las generaciones?

El pecado de Adán y Eva fue gravísimo porque veían cara a cara a Dios y, por tanto, no tenían ninguna duda de su voluntad. Eran su criatura predilecta, la mejor de la creación, y, a pesar de eso, le desobedecieron, traicionaron a su bienhechor. Nadie nunca podrá hacer un pecado tan grande como ellos, pues nadie tiene los privilegios inmensos que tenían ellos.

Por Dante sabemos que los que van al centro del infierno son los traidores a sus bienhechores.

Además, cada pecado tiene diferente importancia dependiendo de a quién se lo hacemos: es peor matar a un religioso que a un laico, peor matar a un obispo que a un cura (verdaderos), etc. Adán y Eva desobedeciendo a Dios viéndole cara a cara, pues no tenían perdón.

¿Y entonces? (necesidad de la encarnación de Dios)

Para obtener el perdón de los pecados hacemos sacrificios.

(Antes de Jesucristo quemaban animales, ahora el sacrificio que tenemos que hacer es el que nos dice el cura cuando vamos a confesarnos -además de restituir en lo posible el daño causado)

Y el sacrificio debe ser proporcional al pecado.

(No vamos a pagar con un Padrenuestro el matar a un papa)

Como el pecado de Adán fué inmenso (por lo dicho antes), el sacrificio debía ser de algo infinito: un dios. Nosotros los hombres sólo podíamos ofrecer corderos como sacrificio. Jesucristo se hizo “cordero”, ofrenda infinita para que su sacrificio pudiera pagar el pecado inmenso, y con ello restablecer nuestra amistad con el Padre y reabrirnos las puertas del cielo que quedaron cerradas después del pecado de Adán y Eva.

Pero sólo se benefician de este sacrificio, de esta reconciliación con Dios, los que reconocen la validez y el valor de ese sacrificio.

(Es como si alguien nos da unos billetes y nosotros no creemos que sean verdaderos: no nos beneficiaremos de ellos, no iremos a comprar con ellos).

Es decir, que los que rechazan la religión habiendo tenido oportunidad de conocerla, siguen heredando el pecado original y condenándose por él.

La muerte de Jesucristo, dios hecho hombre, fue el sacrificio que nos permite (si queremos) reconciliarnos con Dios Padre. Dios respeta nuestra libertad, podemos seguir lo que nos dice Jesucristo o lo que nos dicen nuestros enemigos.

(Incluso las tribus indígenas aisladas de la civilización recuerdan que hubo una época de "paraíso" y ahora viven fuera de él)

Consecuencias cotidianas del pecado original

(De todo esto está libre nuestra santísima madre, que fue preservada de heredar el pecado original desde su concepción)

Jesucristo, sacrificándose, nos trajo la reconciliación con el Padre, el perdón, pero no nos evita el pagar la pena, el castigo por el pecado. (Igual que borrachos arrepentidos y confesos. Dios a través del cura nos perdona, pero la resaca, las molestias del día después de la borrachera, y el pasar la noche en la cárcel junto a otros delincuentes, no nos lo quita).

Al bautizarnos recibimos en el alma el perdón de Dios que consiguió Jesucristo para nosotros, pero:

En concreto, tenemos:

Santo Tomás de Aquino lo explica:

«Como son cuatro las potencias del alma que pueden ser sujeto de la virtud, a saber: la razón, en quien radica la prudencia; la voluntad, que sustenta a la justicia; el apetito irascible, que sostiene a la fortaleza; y el concupiscible, en que está la templanza; tenemos que, en cuanto que la razón pierde su trayectoria hacia la verdad, aparece la herida de la ignorancia; en cuanto que la voluntad es destituida de su dirección al bien, la herida de la malicia; en cuanto que el apetito irascible reniega de emprender una obra ardua, la herida de la flaqueza; y en cuanto que la concupiscencia se ve privada de su ordenación al bien deleitable, conforme a la ley de la razón, la herida de la concupiscencia.

Son cuatro las heridas grabadas en la naturaleza a causa del pecado original. Pero, como la inclinación al bien de la virtud va disminuyendo en cada hombre a causa del pecado, estas mismas cuatro heridas son las que proceden de cualquier clase de pecados, ya que por el pecado la razón pierde agudeza, principalmente en el orden práctico, la voluntad se resiste a obrar el bien; la dificultad para el bien se hace cada vez mayor; y la concupiscencia se inflama sin cesar» (STh I-II, 85, 3 in c.).

Los males corporales como castigo del pecado original

“Una cosa es causa indirecta de otra, si es causa que remueve los obstáculos: así se dice en el libro VIII de los Físicos 12 que quien retira una columna, indirectamente remueve la piedra superpuesta (a la misma). Y de este modo el pecado del primer padre es la causa de la muerte y de todos los males de la naturaleza humana […]. Por esto, sustraída esta justicia original por el pecado del primer padre, así como fue vulnerada la naturaleza humana en cuanto al alma por el desorden de sus potencias […], así también se hizo corruptible por el desorden el cuerpo mismo. Mas la sustracción de la justicia original tiene razón de castigo, como también la sustracción de la gracia. Por consiguiente, la muerte y todos los males corporales consecuentes son ciertos castigos del pecado original. Y aunque estos males no fueran intentados por el pecador, sin embargo, han sido ordenados por la justicia de Dios, que castiga [por el pecado].” (Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, I-II, q. 85, a. 5)

Naturaleza de la tentación de Adán y Eva

Si el Demonio tienta a un bueno con algo claramente pecaminoso tiene muy pocas posibilidades de vencerle. Por eso el Demonio tienta a los buenos con cosas en sí buenas, pero que no corresponden con lo que deben hacer en ese momento o les sugiere caminos pecaminosos para conseguirlas. Así, puede tentar a una madre de familia con sus muchas obligaciones familiares a que rece más, o como hacía a S. Teresa de Ávila, que la tentaba para que rezase menos “por humildad”. Y nos ofrece caminos pecaminosos, como cuando nos incita al robo para así poder cuidar mejor a nuestra familia.

A Adán y Eva les hizo eso: les ofreció alcanzar algo en sí bueno (“Seréis como dioses”) pero por mal camino: desobedeciendo a Dios (que les había prohibido comer de ese árbol).

Por la gracia (santificante) nuestra alma se asemeja a Dios, pero siguiendo Su voluntad.

Otros síntomas, probablemente también consecuencias del pecado original

- Nuestro orgullo (ayudado por nuestros enemigos) nos ciega a nuestra situación, nos desanima a estudiar a aprender (porque puede hacernos despertar a la realidad de nuestra situación), nos anima a ser conformistas, a no desentonar de la sociedad mundana, y sobre todo nos hace creer que somos perfectos y sabemos todo lo que necesitamos, pero:

No sabemos ni lo mínimo de la doctrina: quienes somos, que hacemos aquí, cuáles son nuestras obligaciones,... ni somos creyentes.

Desconocemos el significado real de muchos conceptos básicos, importantes: amor, verdad, realidad, bien, ira, odio, deseo,...

No sabemos cómo funcionamos interiormente ni nada del mundo en que vivimos.

No tenemos ni idea de por qué nos ocurren las cosas (todo son "accidentes", "virus malignos",... o encontramos "chivos expiatorios": nuestros ancestros,...).

No tenemos ni idea de la vida de los santos, de lo que somos capaces con la gracia de Dios.

Creemos que la vida es como la que hemos visto en nuestros padres.

Creemos inalcanzable la vida de los santos, con sus increíbles dotes: levitar, leer el pensamiento, curar enfermedades, hablar lenguas, bilocación,...

- Habitualmente no controlamos el decurso de los pensamientos, a qué prestamos atención, a qué no, mantener la atención en lo que queremos y no en lo que no, recordar bien,... es decir, no tenemos continuidad de consciencia: a menudo, cuando queremos darnos cuenta hace rato que estamos pensando en otra cosa. No tenemos ni idea de lo que hacemos mientras estamos durmiendo sin soñar, porqué soñamos lo que soñamos. Por qué nos vienen a la cabeza algunas ideas.

- Actuamos maquinalmente: huyendo del dolor y persiguiendo el placer (y quejándome y odiando al que se opone a ello). Sin ningún matiz, sin ninguna actitud por encima de ese mecanismo. Pura lógica. Muertos. Nada de “locura”: “amar a los enemigos”, “poner la otra mejilla”, “alegrarnos en las deshonras”,... incluso a veces, no controlamos lo que hacemos ( o hacemos cosas que detestamos: nuestros vicios).



Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web

Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.

Estas páginas son apuntes que pueden contener errores de un servidor y se van mejorando con el tiempo y la gracia de Dios.

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